Sabéis
cuando habéis pasado por una mala situación, una situación horrible, de esas
que tu cerebro intenta eliminar.
No
puedes ni pensar en ello, tu mente colapsa y todo se decide en esos segundos en
los que; o sigues pensándolo y vuelves al caos, o te salvas evadiéndolo...
Después
de pasar todos estos momentos, tu alrededor sigue igual, intacto. Esa botella
de la que bebiste la última vez que fuiste feliz sigue esperándote... como si
tu fueras la misma persona.
Aquella
cinta del pelo con la que sonreíste al mirarte al espejo y dijiste: “¡pues hoy
estoy muy guapa!”, mientras sonreías, sigue intacta, en tu pelo, alegre, con
esos colores tan vivos mientras tú te apagas.
Y
ese bolígrafo, este bolígrafo, con el que estoy escribiendo... escribiendo sus
peores líneas. Le puedo oír, creo que me está intentando decir algo... “¡Oye tú!, no me utilices de esta forma... tu
caligrafía es mucho más bonita cuando sonríes. Y.… bueno... y no quiero que
piensen que he hecho mal mi trabajo...”
Vaya,
otro que busca la aprobación de los demás.
Paufímera.
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